domingo, 1 de diciembre de 2013

El Arte español, entre la cascarilla ciudadana y la institucionalidad desactivada.

Esta semana estuvimos en el seminario Los Horizontes del Arte en España en el Museo Reina Sofía. Durante dos días desfilaron por la mesa ponentes de todos los colores exponiendo sobre todo visiones y estado de la cuestión del sector y su actividad específica dentro de él.
Por dar una idea, se organizaron 4 mesas:
a) una conversación sobre “El Valor social del arte en el período de crisis”
b) un diálogo sobre “Formación, investigación y profesionalización de los agentes”
c) Dos conversaciones  sobre “Construcción de relatos”
d) Dos mesas más por “Arte, coleccionismo y creación de patrimonio”
e) Una mesa sobre “Autonomía y creación de redes”.
Aquí, como siempre, no pretendemos unas conclusiones exhaustivas sino algunas impresiones y precisiones generales para que no pase el momento.
Nosotros formábamos parte de la última mesa. Quizá, la mesa que no concebía a la ciudadanía en general como público sino como potencial o efectiva productora de discurso o de obra. La mesa que hablaba de una actividad con gente común y al margen de lo que es el sector de artistas oficiales, gestores, coleccionistas, historiadores, investigadores, etc. 
La última mesa en la agenda de las jornadas a la que le faltó tiempo para un extenso debate y de la que uno de los ponentes  dijo, en un acto de honestidad y buen humor, que ¡claro!, allí estaba la cascarilla, lo residual de todo el sistema del Arte.
Desde ese sitio hablamos. Venimos años hablando desde lo residual del Cine, así que no nos vamos a molestar por hablar desde lo residual del Arte, desde el lugar de producción ubicado entre la gente que no produce ni gestiona las obras o las instituciones artísticas.
No se piensen que este arranque es prefacio de una queja. No es nuestra costumbre.
El panorama que vimos expuesto desde todos los sectores que opinaban sobre el “Arte en España” ha sido revelador por cierto consenso al parecer inapelable:  que el sector está en una profunda crisis. Desde esa marginalidad que como Cine sin Autor habitamos, por opción, notamos al conjunto de los diferentes profesionales bastantes desconcertados, reaccionando como si salieran de un edificio encantado en el que habían pasado episodios fantásticos pero irreales, luminosos pero inconsistentes, deslumbrantes pero efímeros. El edificio y los seudo relatos que las elites de la transición española fueron construyendo. Se veía a un sector desactivado.
Como si hubieran asistido a aquel parque temático Terra Mítica que la mafia valenciana levantó  junto a otras faraónicas y delirantes construcciones y que ahora se descubre como una monstruosa trama de delincuentes, simplones con ínfulas de aristócratas, cuyo último episodio de despilfarro acabamos de presenciar esta semana con el cierre de la televisión pública valenciana.
Desconcierto en casi todas las capas del entramado sectorial del Arte. Resaca  de una élite (sin distinción de bandera política) donde de pronto se pretendió ser, decía alguien,  postmodernos sin haber llegado a ser nunca ni modernos.
Hace poco escribíamos algo parecido con respecto a la impresión que tenemos sobre la historia del cine español y la relación de sus elites con la modernidad.
Pero lejos de quedarnos en esta especie de regocijo ante el descalabro que también ya cansa aunque la gravedad lo imponga. A nosotros nos pareció oportuno la foto que retrató el seminario porque fue como una de esas fotos donde hay que apretarse por que no estaba pensada para tanta gente y donde al final nadie sale del todo bien parecido  por el apuro.
Quizá eso sea el Arte Español hoy. Una mala foto donde el sector que produce y gestiona el arte pretende meter en su misma foto a un sector al que nunca consideró parte,  a la gente común, a esa que sigue concibiendo  como público cuando quizá se está mutando ante sus ojos como productor. Quizá, los más cercanos a eso llamado público  era esa mesa de los que trabajamos entre y con la gente y por eso quedábamos como raros, como a medio camino. Desde ahí es que percibimos que el público (la gente) y los “profesionales del sector” son dos poblaciones que jamás posan juntas, que tampoco se mezclan, que posiblemente ni se conozcan. 
Pero la realidad es terca y a veces parecía que la institucionalidad del arte con sus mosaico de eruditos, expertos, gestores, creadores necesitan tanto de ese otro sector que ya parecíamos verles a las puertas de sus negocios o instituciones esperando a su clientela, haciendo gestos para atraer la atención, cambiando la vidriera, mutando sus consignas, camuflándose de diferentes maneras en busca de la “atención del público”.
Y el público, la gente, quizá es que se encuentre entre obnubilado y a punto de manicomio acudiendo a las infinitas mareas que se suceden ante el diario desmantelamiento del gran chiringo de los Borbones and company. La gente a lo mejor no acude a ese Arte porque lleva años de una indigesta monumental al rompérsele el espejismo de una flipada europeidad que se vendió como panacea. La gente, el público, o al menos una parte de ellos, a lo mejor es que está mirando por la rendija de su ventana aterrada frente al policía que tocó la puerta de sus vecinos para sacarlos a patadas. El público, la gente, pues seguro que no anda muy preocupado por acudir a los sitios habituales donde se les ofrece “el Arte”.
Y no decimos que sea bueno, decimos que hay un problema estructural mucho mas profundo que atender para que en la foto del Arte en España, entren  desde el coleccionista sofisticado hasta el trabajador del super.
Al menos eso es lo que plantemos nosotros allí. Que si el Arte en España se quiere plantear como un asunto de responsabilidad social general y  no como si fuera un asunto de un sector minoritario, pues estamos obligados, unos y otros,  a romper compartimentos estancos para superar las contradicciones enormes que este período ya putrefacto de la transición nos deja como herencia. Que si de algo debe servir el Arte de una sociedad, debería ser para desbordar el déficit imaginativo con nuevas acciones, dispositivos, metodologías y políticas donde producir "el Arte" sea producir, ensayar nuevas formas de vida, de organización, de expresión, de narración, de discursos. Y sobre todo nuevas formas colectivas que nos contengan a todos y no a unos pocos. Un Arte que haga sentir a la  sociedad que mediante ella puede materializar como sociedad los intereses y deseos de la imaginación común.
Estamos lejos. Porque sobre todo el sector está en shock y no se hicieron prácticamente propuestas imaginativas de nueva organización, nuevas estructuras, nuevos ensayos para trabajar juntos. Cada uno expuso la problemática de su propio compartimento estanco y estancado. Habrá que seguir. 
Fue positivo, y aunque estábamos en esa mesa residual, esa cascarilla marginal que parecía acomplejada, lo dijimos allí tal como lo sentimos: creemos que vamos ocupando el futuro tanto del Cine como del Arte en general y hacia allí, a paso progresivo, caminamos. 

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